Dibujos animados. Los que a modo de fotogramas se suceden en una película cinematográfica. Al ir recogiendo los sucesivos cambios de posición, imitan el movimiento de seres vivos.
Como primaria y directa expresión figurativa y parte, posiblemente, de un ritual semimágico, existe desde tiempos prehistóricos, como lo atestiguan las pinturas encontradas en las paredes de las grutas mediterráneas y franco-cantábricas. También los griegos y romanos utilizaron el dibujo, pero, a excepción de los testimonios de Plinio el Viejo no se ha observado nada en la obra de Apeles mencionada en las fuentes. Del período medieval disponemos de testimonios gráficos originales, como por ejemplo, la planta-proyecto de la abadía de Saint Gall (siglo VIII) o bien los cuadernos de repertorios iconográficos y motivos decorativos como los de Adémar de Chabannes y de Villard de Honnecourt. Este último se remonta al siglo XIII y es un clásico cuaderno de notas de trabajo. Los citados cuadernos y otros análogos, eran objetos valiosos porque estaban formados por folios de costosos pergaminos y, eran conservados en los talleres como un bien que debía ser puesto al día y ampliado continuamente. A la muerte del maestro, el cuaderno pasaba a sus herederos: el cuaderno de Villard pasó a manos de tres artistas. Muchos autores sostienen que hasta los siglos XIII y XIV el dibujo era un simple instrumento de trabajo sin valor artístico propio. Sabemos que en la Alta Edad media se utilizaban tablillas de madera encerada en las que los artistas se ejercitaban dibujando sobre ellas con un estilete. Esta práctica no desapareció hasta el siglo XV y fue dejada de lado cuando se abarató el papel. Tales cuadernos nos presentan tan sólo una imagen parcial de la producción gráfica del medioevo. A partir del siglo XIV el dibujo alcanzó un nuevo estatus. El arquitectónico como los proyectos para la ejecución de las fachadas de las catedrales de Orvieto (1310) y Siena (1339), se utilizaba con objeto de fijar sobre el papel los proyectos cuya construcción se prolongaba durante varios decenios; se desarrollaron modelos iconográficos que fueron repetidos, con variantes o sin ellas, durante largo tiempo. Los cuadernos de notas tuvieron, tanto en el siglo XIV como en el XV, un papel esencial, pero cambió su carácter: pasaron de ser solamente un repertorio de motivos iconográficos a contener anotaciones de viaje o apuntes personales. A principios del siglo XV, el dibujo se había convertido en un instrumento esencial para el estudio de la antigüedad y la naturaleza así como para la transmisión de modelos y la búsqueda de nuevas composiciones. Ghiberh dice "el dibujo es fundamento y teoría.., de todo arte" En la Italia humanística el dibujo se convirtió en el instrumento de investigación por excelencia llevado, con Leonardo, al análisis del hombre y del mundo natural. Leonardo fue el primero que llegó a una distinción razonada entre "diseño mental" o proyecto del artista y diseño del artífice. El dibujo no fue sólo un instrumento de trabajo e investigación sino que asumió un valor por sí mismo. Fue Leonardo el que introdujo novedades fundamentales, tanto técnicas como tipológicos, los llamados "dibujos magistrales"), llevados a cabo por encargo de personas pudientes. Los más famosos son los donados por Miguel Angel a Vittoria Colonna y Tommaso de Cavalieri. Por una carta de Miguel Angel a su hermano sabemos que el dibujo de La batalla de Cascina (1503) estaba guardado bajo llave: Vasari recuerda como, muy pronto, se convirtió en la academia de las jóvenes generaciones. Estos hechos son la prueba evidente del prestigio que alcanzó el dibujo. Hacia finales del siglo XVI, en los escritos de los teóricos manieristas, se cumplió un proceso que iniciado con el "diseño mental" de Leonardo alcanzó gradualmente el "diseño interno" de F. Zuccari, segun el cual el proyecto, La idea, era más importante que su ejecución. Los artistas eran cada vez más cultos y conscientes de su papel, hasta el punto de que, en 1615, Guercino decidió organizar, con gran éxito de público, una muestra para exponer sus dibujos. El Cinquecento fue un siglo fundamental para el desarrollo del coleccionismo y por ello, para el reconocimiento y apreciación del valor autónomo del dibujo: como recuerda Dolce, en 1557, los dibujos de Rafael eran ya muy costosos. A lo largo los siglos XVII y XVIII, el ámbito de los entendidos e interesados por el dibujo, se extendió al norte de Italia, a Francia e Inglaterra, donde los grandes coleccionistas (Jabach, Crozat, Mariette, Lely, Richardson y Reynolds) importaron gran parte de los tesoros gráficos del renacimiento italiano. De manera paralela al desarrollo del fenómeno del co leccionismo, empezaron a difundirse o perfeccionarse algunas técnicas en consonancia con los nuevos tiempos: el pastel (J.E. Liotard y Rosalba Carriera); la acuarela, usada por los paisajistas, en especial ingleses (W. Turner) y desde 1790, la utilización del lápiz de grafito Conté, ligero y tenue. Goya es quizás el último de los grandes dibujantes clásicos. Hacia mediados del siglo XIX el dibujo entró en crisis, en parte a causa de la difusión de la litografía y en parte por la decadencia de la enseñanza académica. Pintores como E. Delacroix y T. Gericault consideraron más indicado afrontar directamente el esbozo; y aunque los grandes artistas de los siglos XIX y XX, como Degas, Cézanne, Picasso y Klee, continuaron dibujando el arte del dibujo acabó reducido al campo de los carteles, la publicidad, la arquitectura y el diseño industrial.